viernes, 16 de enero de 2015

Bujaruelo y la cabecera del Ara

Puente románico de San Nicolás de Bujaruelo
La mayoría de las veces que cruzamos el pintoresco pueblo de Torla es para visitar el cercano Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Esta pequeña villa está orientada al turista con infinidad de lugares donde comer y alojarse en un entorno privilegiado. En ella llamarán la atención las chamineras típicas pirenaicas y sus empinadas calles, que nos sorprenderán por su gran belleza.

Ubicada sobre un acantilado, su restaurada iglesia parroquial (s. XVI) destaca por su portada románica, desde donde podemos observar el valle de Broto y la muralla de Mondarruego (2848 metros), que nos da la bienvenida con su estampa característica.

Valle de Bujaruelo
Su nueva nomenclatura desde finales del año pasado, Torla-Ordesa, busca más si cabe, mejorar su ubicación de cara al turismo. El valle recibe unas 600.000 visitas al año y la masiva afluencia de vehículos y turistas en la pradera hace necesario, en época estival y en alguna otra fecha concreta, un servicio de autobuses para conservar el privilegiado entorno del Parque y evitar su degradación.

Sin duda, el valle de Ordesa es una buena elección para los amantes del senderismo, pero consideramos que monopoliza el territorio y deja de lado al valle de Bujaruelo y a la cabecera del valle del Ara, no incluidos como Parque Nacional a pesar de su enorme valor natural.

Salto del Carpín
Para nosotros, Bujaruelo tiene un encanto especial. Estamos seguros de que, a quien lo visita  por primera vez, le sorprende y disfruta incluso más que el valle contiguo. Mucho más tranquilo y menos masificado, nos ofrece múltiples alternativas y una belleza paisajística que no tiene nada que envidiar a Ordesa.

Nada más desviarnos a la izquierda en el Puente de los Navarros, entramos en un estrecho cañón al que a la luz le cuesta penetrar y en el que el único sonido que escuchamos es el de las limpias aguas del Ara abriéndose paso entre las rocas. En el camino nos encontramos varios apartaderos para dejar el coche y poder disfrutar y fotografiar cada detalle con tranquilidad.

Recomendamos hacer una parada en el Puente de Santa Elena. Desde él, podemos ver como el barranco del Cebollar se precipita desde una altura de 120 metros para unirse al Ara formando una bonita cascada conocida como el Salto del Carpín.

Salto del Pich
Continuando nuestro camino, dejaremos atrás el camping ‘Valle de Bujaruelo’ y tras 6 kilómetros de pista llegaremos a la pradera de San Nicolás (1340 metros) donde dejaremos el coche junto al camping y el Refugio de Bujaruelo.

En este lugar aún podemos observar las ruinas de la ermita de San Nicolás (s. XIII), primer templo que encontraban los contrabandistas y peregrinos que llegaban de Francia tras cruzar el Puerto de Bujaruelo o de Gavarnie

Junto a ella, se encontraba el antiguo mesón y hospital de peregrinos, convertido en el Refugio actual con capacidad para 60 personas. Pero lo que más nos llama la atención de este lugar es su precioso puente románico (s. XIII), uno de nuestros lugares favoritos.

Si lo nuestro es caminar, podemos llegar a San Nicolás por el camino viejo de Bujaruelo (GR-11), evitando la pista por la que hemos accedido con el coche. Unos metros antes de llegar al Puente de los Navarros tomamos, a la izquierda y bien señalizado, el camino de la Escala que discurre por la derecha hidrográfica del Ara (2 horas) y, en el Puente de Santa Elena, tomamos el sendero del Cobatar (1 hora) que recorre la margen izquierda del Ara hasta llegar a la pradera en unas 3 horas de camino.

Cabecera del Ara
Desde San Nicolás parten numerosas rutas. Podemos descubrir los valles de Otal y Ordiso, asomarnos a Francia por el Puerto de Bujaruelo, la travesía hasta Panticosa por la cabecera del Ara o realizar alguna ascensión como Tendeñera (2845 metros) o Vignemale (3299 metros).

Hoy os describimos un breve pero interesante paseo que nos llevará hasta la entrada del valle de Ordiso. Cruzamos el puente románico y tomamos el sendero que nos conduce por verdes praderas hasta el Puente de Oncins por la ruta ornitológica en media hora de camino.

Una riada se llevó sus vallas hace un par de años y una de ellas aún la podemos observar en la orilla izquierda del Ara en este breve recorrido que llevamos caminado desde San Nicolás. Transparentes pozas invitan al baño en sus inmediaciones.

Vignemale
Único cruce de caminos. Cruzando el puente de Oncins nos desviaremos hacia el valle de Otal, así que nosotros tomamos la pista que asciende hacia la cabecera del Ara, el Vignemale y Panticosa por el GR-11. A partir de aquí, no hay posibilidad de pérdida hasta nuestro destino.

A medida que vamos ascendiendo se va encajonando el río y estaremos rodeados de impresionantes murallas de roca, pero antes nos dejará disfrutar de una buena panorámica del valle de Bujaruelo y de las laderas de Otal en la zona llamada As Trapas.

Transcurrida una hora de camino, pasaremos por delante del bonito Salto del Pich, que en sus últimos metros atraviesa la pista para unirse al Ara, y llegaremos al refugio no guardado del Vado de Ordiso (1590 metros) en poco más de 10 minutos, poniendo punto y final a nuestro paseo.

Buen lugar para sentarse a reponer fuerzas y contemplar, por un lado, la cascada del río Ordiso y la entrada al valle y, por el otro, el Ara descendiendo desde el coloso Vignemale (o Pico Comachibosa en aragonés).

Ordiso desde el Vado
Si deseamos continuar, tenemos dos opciones. A la izquierda nos adentraríamos en el valle de Ordiso (recomendado) y a la derecha nos dirigiremos hacia Panticosa y el Vignemale.

De vuelta, nos desviamos al Puente colgante del Burguil, que cruza las aguas del Ara a considerable altura, desde donde contemplaremos los saltos del Ara. Pasado el Salto del Pich a mano derecha, hay que estar atentos al desvío marcado con hitos de piedra que en apenas un par de minutos nos deja en este bonito lugar.

Sencilla ruta de apenas 200 metros de desnivel y menos de hora y media de ida para descubrir la parte más desconocida del único río virgen que queda en nuestras montañas.

La cabecera del Ara impresiona por la estrechez de sus paredes y la bravura de sus aguas. Sin duda, un lugar para volver y disfrutarlo más tranquilamente.

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