martes, 3 de junio de 2014

Garganta de Escuaín

Escuaín. Iglesia de San Pedro
Situado dentro de los límites del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el valle de Escuaín es el más pequeño de los que componen el Parque y quizá el menos visitado, pero no por ello debemos pasarlo por alto. Alejado de toda masificación, forma una alta y estrechísima garganta ideal para los amantes de los deportes de aventura y, en particular, del barranquismo.

Por esta garganta se abre paso el río Yaga, que nace entre Cuello Viceto y el circo glaciar de Gurrundué. A lo largo de cuatro kilómetros, discurre encajonado entre las rocas calcáreas. En él desembocan a lo largo de su camino los barrancos del Carcil, Forcallo, Lugar, Garganta, Angonés y Consusa procedentes de ambas vertientes. A la altura de los pueblos de Escuaín y Revilla, la garganta se abre para desembocar en el río Cinca aguas abajo.

Nuestro recorrido se inicia en Arinzué. A la entrada del pueblo hay un cartel de madera que nos indica el camino a Escuaín siguiendo el GR-15 procedente de Tella. En pronunciado descenso por un sombrío bosque llegamos a una pista forestal, procedente de Cortalaviña, que seguiremos hasta llegar al  despoblado de Estaroniello, a orillas del Yaga.

Escuaín. Chaminera típica
Cruzamos un puente sobre el río y seguimos el GR-15 en dirección a Escuaín en continuo ascenso, suave al principio para progresivamente ir aumentando, por un frondoso y sombrío bosque ideal para la época estival. El sendero es muy estrecho y fresco, lo que en un día soleado se agradece. De vez en cuando tenemos que esquivar árboles caídos en mitad del camino.

El último tramo del GR-15 coincide con la carretera de acceso a Escuaín, por lo que continuaremos por ella. Cruzaremos el barranco de la Fuente y en pocos minutos nos adentraremos en el pueblo.

Escuaín se sitúa a 1215 metros de altitud y parece un lugar abandonado, pero no lo es. En el pueblo se observan casas en ruinas y casas rehabilitadas por familias que, fuera de la época invernal, animan sus calles. Destaca en el pueblo la iglesia de San Pedro (s. XVI-XVII) a la que no se puede acceder por peligro de derrumbe. Existe, además, una oficina de turismo situada en las antiguas escuelas con temática del quebrantahuesos abierta a partir de primavera.

Miradores de Escuaín
Desde este punto de información parte el sendero que nos acerca hasta los miradores de Escuaín. Una ruta circular de apenas media hora de duración que nos va mostrando diferentes puntos de vista de la Garganta, a cual más impresionante. Con suerte podremos observar el vuelo silencioso de algún quebrantahuesos.

Iniciamos el regreso por un camino que sale justo delante de la oficina de información que desciende de forma acusada rumbo al interior de la Garganta. El sendero se sigue bien excepto en algunos tramos ya que no está limpio. Tras unos 40 minutos, llegamos a las frías y cristalinas aguas del Yaga. Sólo el sonido del río nos acompaña. Lugar de obligada parada para disfrutar del entorno.

Río Yaga
Estamos metidos de lleno en la profundidad del cañón y rodeados de grandes paredes donde aparece el fenómeno de inversión térmica, lo que permite que determinadas especies que corresponderían a mayor altitud se den en las partes bajas del cañón por una mayor humedad y una menor temperatura. Mientras que en las partes altas ocurre lo contrario, ambientes más cálidos permiten especies que corresponden a una menor altitud.

Toca cruzar el río saltando de roca en roca para continuar por la margen izquierda y ascender en moderada pendiente hasta llegar al pueblo de Revilla, a 1210 metros de altitud y en el que destaca la iglesia parroquial de San Félix (s. XVI).

En el pueblo se encuentra la Estación Biológica Monte Perdido, situada en Casa Juan Bernad (s. XVI), en la que se imparten seminarios, formación y estancias relacionadas con las aves y la conservación de sus hábitats, en especial del quebrantahuesos.

Garganta de Escuaín
En sus alrededores también existen una serie de miradores hacia el cañón de Escuaín. Se trata de la ruta de los miradores de Revilla, sencilla y apta para cualquier edad con unas vistas maravillosas que se inicia en una curva cerrada a la derecha antes de entrar al pueblo. Pasaremos por las ruinas de la ermita de San Lorién (s. XI), pudiendo hacer la ruta circular o volver por el mismo camino.

Para finalizar nuestro recorrido seguimos la carretera hasta Arinzué pasando por el pequeño pueblo de Lamiana. Una jornada dura, pero nos llevamos una agradable sorpresa con la única parte del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido que nos quedaba por descubrir.

2 comentarios:

  1. muy bonito y natural!!

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  2. Hola compañero. Es un lugar para volver, no está masificado y es precioso. Si no lo conoces, te lo recomendamos. ¡Un saludo!

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