miércoles, 2 de abril de 2014

Valle de la Solana

Giral
La semana pasada tuvimos el placer de visitar uno de los valles más desconocidos de la Comarca del Sobrarbe pero no exento de belleza e historia.

El valle de la Solana se trata de un valle despoblado desde la década de los 60. Fue una de las zonas afectadas por la obra fantasma del embalse de Jánovas, que nunca se llegó a construir. Sus tierras fueron expropiadas para la repoblación de pinos y sus familias no tuvieron más remedio que emigrar y empezar de cero sus vidas en otra parte.


Castellar y sus muros
El valle lo conforman dos barrancos, las Guargas de Cajol y las Guargas de Burgasé, y una gran cantidad de poblaciones como Burgasé, Cajol, Campol, Castellar, Gere, Ginúabel, Giral, Muro de Solana, Puyuelo, San Felices, San Martín de la Solana, Sasé, Semolué, Tricás y Villamana.

Se encuentra situado en la margen izquierda del río Ara y accedimos a él a través de un camino señalizado entre las poblaciones de Fiscal y Boltaña a la altura del puente de las Guargas. No es el único camino para adentrarse en sus entrañas, pero sí que es el que nos va a llevar a conocer el pasado de varias poblaciones que tuvieron vida y una de las vías más importantes en la trashumancia.

Por dos de los despoblados del valle discurre la Vía Pecuaria de la Solana y del valle de Vió, que comunicaba el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido con la ribera de Fiscal y que servía para trasladar el ganado desde las zonas altas a las bajas y viceversa. 

Semolué
Giral es primer pueblo por el que pasa la Vía Pecuaria y sus casas se encuentran en torno a una única calle, la de San Ramón. Según el censo de 1900, llegó a contar con siete casas y ocho edificios auxiliares. Destaca la iglesia de la Asunción del siglo XVI. A la entrada del pueblo existe una explanada para vehículos. Vimos un turismo estacionado, muestra de que a pesar de la cantidad de piedras existentes en el camino, se puede acceder sin vehículo todoterreno.

Salimos de Giral por la Vía Pecuaria hasta llegar a Castellar, núcleo que destaca por sus bien trabajados y conservados muros de piedra que evitaban que el ganado entrase en propiedades particulares. En su única calle destaca la Iglesia de San Saturnino del siglo XVI. Llegó a tener seis casas abiertas y otras tantas bordas. Hoy vive aquí una pareja joven de neorrurales que nos indicaron el sendero para llegar a Semolué.

Cajól
Nos alejamos ahora de la Vía Pecuaria para tomar un sendero que discurre entre un frondoso bosque. Prestando mucha atención a posibles desviaciones erróneas del camino, descendemos hasta el despoblado de Semolué. Este es un pequeño pueblo que llegó a tener sólo cinco casas abiertas. Destaca la Iglesia de San Salvador del siglo XIX, cuya torre está hoy engullida por la vegetación. Nos encontramos con una persona que vivía aquí y que trabajaba unos cultivos en la zona baja del pueblo.

Retrocedemos nuestros pasos para coger la pista que, sin ningún tipo de pérdida, nos lleva directos a Cajol. Destaca la Iglesia de San Salvador del siglo XVIII en torno a una única calle que llegó a tener trece casas. No vimos a nadie, pero sí dos vehículos que hacen pensar que vive alguien en el pueblo. 

Burgasé
Después de reponer fuerzas, seguimos la marcha rumbo a Burgasé, volviendo a enlazar con la Vía Pecuaria hasta las inmediaciones del Cuello de Burgasé, pasando por la mallata de Alseto.

Junto con Sasé y Cajol, Burgasé fue cabecera de valle y uno de los pueblos más importantes de toda la Solana. Destaca su Iglesia parroquial de la Asunción del siglo XVI que fue reformada en el XVIII. Junto a la misma se alza su esconjuradero del siglo XVII, uno de los pocos que quedan en pie en el Sobrarbe. El pueblo llegó a tener treinta casas y escuela. Posee una fuente que data del año 1928 y que fue remodelada en el año 2005 en homenaje a Antonio Garcés, vecino del pueblo que fue asesinado en el campo de exterminio austriaco de Mauthausen-Gusen.

Burgasé
La escasa luz del día que quedaba nos impidió fotografiar bien el pequeño pueblo de Gere. Lo más llamativo es su Iglesia de San Saturnino que data del siglo XII. Había cultivos en la parte baja y un invernadero, por lo que alguien vive allí.

La Solana es un valle muy extenso lleno de recuerdos y pequeños detalles. Aún nos queda un duro camino por recorrer para poder conocer todos los rincones de este poco conocido lugar. A pesar de estar ‘casi’ deshabitado, se siente todavía la memoria de los que aquí construyeron parte de su vida.

Fuentes:




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